Los más carrozones del lugar
recordaréis aquel programa de televisión de finales de los 70,
cuando solo había la TVE y la “UHF”, que se llamaba “La Segunda Oportunidad”.
Pues emulando a su presentador y
pionero en la difusión de la seguridad vial, el periodista del motor
Paco Costas, un generoso grupo de expertos y público cualificado
reunido por iniciativa del COPAC se ha enclaustrado en Madrid esta
semana, durante dos días, para detectar y advertir a la
administración sobre las debilidades (y oportunidades) que presenta
la nueva niña bonita de la aviación: los RPAS.
Las conclusiones han sido muchas y
variadas y seguro que empezarán a circular en breve por los foros
especializados pero, de todas ellas, ha habido una que ha destacado sobre las demás porque no es la primera vez que la autoridad aeronáutica española
tropieza con ella cuando se trata de la expedición de licencias no EASA, esto es, responsabilidad de la autoridad nacional (AESA): la deficiente formación.
Y es que la sostenibilidad del sector
emergente de los RPAS depende indiscutiblemente de la calidad de la
formación de sus operadores y pilotos, de su cultura de la seguridad, para compatibilizar sus actividades e integrarlas con
seguridad con el resto de usuarios del espacio aéreo.
Esta conclusión, que es la más alarmante, ha sido clara y quedado
patente al conocerse de primera mano que, la falta de previsión y supervisión de la
administración ha propiciado que se hayan/estén ofrecido/ofreciendo desde las ATOs cursos teóricos “con contenidos similares al
sílabus del PPL” de 60 horas lectivas presenciales a realizar en,
prácticamente, una semana; cuando lo habitual (y razonable si se pretende que el alumno asimile los conocimientos) es administrar esos contenidos en un periodo que oscila ente los 2 y los 6 meses en función del perfil del alumno.
Tal aberración pedagógica, además,
ha conseguido que escuelas que tienen un porcentaje de alumnos
presentados y aprobados a los exámenes oficiales (realizados por
SENASA y no por la propia ATO) en torno al 80%, obtengan en sus propios “controles
internos” (exámenes realizados por la propia ATO sin supervisión
de terceros) un curioso 100% de alumnos aprobados.
¿A qué huele ésto? Más bien a expendeduría de certificados que a excelencia en la formación.
Desde luego
no huele a cultura generativa de la seguridad de los que volamos sino, más
bien a una mezcla de cultura burocrática con tintes de patológica
cuando toque “exculparse” porque alguien te acuse de haber
primado el “hacer caja” ante una punta de demanda de certificados de los operadores
de DRONEs, que necesitan desesperadamente ese papelito para regularizar su actividad, en vez de la vocación que debe tener una organización de formación (aprobada por la
autoridad aeronáutica europea y supervisada por la española) de aspirar a la excelencia en la
formación de sus alumnos.
El problema (la piedra) ya está en los cielos,
como ocurrió en su día con los requisitos formativos de los pilotos de ULM en los que se “relajó” la supervisión de la
autoridad hasta el punto de que, aprobar el teórico de la licencia de
piloto de ULM, era tan sencillo como asistir a una de aquellas "escuelas" que garantizaban el 100% de aprobados a sus alumnos con medios poco honorables, lo que propició que se expidieran centenares de licencias
a personas más preocupadas por “tener un papelito que diga que soy piloto” que por volar
con seguridad, para ellos mismos y para los que compartimos el mismo espacio
aéreo.
Así que, parafraseando la locución
con que empezaban todos los programas de “La Segunda Oportunidad”,
solo se nos ocurre decir: “La AESA es la única administración
pública que tropieza dos veces en la misma piedra... que bueno sería
que en esta ocasión aprovecharan esta segunda oportunidad”.
Actualización 09102014: Nota de prensa de uno de los discursos inaugurales, por la Directora de la AESA.
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