miércoles, 11 de noviembre de 2015

La falta de culturilla aeronáutica en España

Imaginemos que la siguiente historia, absolutamente verídica, hubiera ocurrido en los Estados Unidos de América a principios del siglo pasado, poco menos de 10 años después del vuelo de los Wright, y que un cineasta del estilo de Steven Spielberg recibiera una propuesta para hacer la película sobre ella. ¡Que peliculón!

Uno de los planeadores que volaban los chicos de la historia tirando de una cuerda

Érase una vez tres chicos de 13 a 17 años de la Madrid de 1910 que en lo que se denominaba los Altos del Hipódromo, hoy pleno Paseo de la Castellana, hacían planeadores que despegaban arrastrados por una cuerda de la que tiraban otros chicos de la ciudad. Y volaban hasta el punto de que el hermano pequeño de uno de ellos, amenazando con chivarse a los padres si no le dejaban volar también, tuvo un percance en uno de los vuelos cuyas consecuencias pudieron hacer pasar inicialmente por una caída de un árbol.

Estos chicos conocieron a un piloto francés, un tal Mauvais, que había estrellado su avión y acordaron con él lo siguiente: tu nos dejas el motor de tu avión (que era lo único aprovechable) y nosotros te construimos otro avión, pero nos tienes que enseñar a volarlo. Tenía Juanito, el cerebro del grupo, solo 16 años entonces.

El Cangrejo, biplaza construido por los chicos con el motor de un monoplaza

Y no solo le hicieron otro avión sino que, además y con el mismo motor, le hicieron un biplaza (el destruido era un monoplaza) que hasta volaba mejor.

Pocos años más tarde, en 1919, Juanito presentaba como proyecto de fin de carrera al terminar su ingeniería (de caminos porque entonces no existía la ingeniería aeronáutica) el diseño de un avión que era entonces el más grande del mundo: un bombardero trimotor para el Servicio de Aeronáutica Militar español que ganó el concurso con contundencia.

El C.3, el mayor avión del mundo en esa fecha

Construido el prototipo del bombardero, fue probado en vuelo con tal éxito que el piloto de pruebas se pasó de rosca durante una exhibición, metiéndolo en pérdida en un viraje y estrellándose, lo que hizo plantearse al joven ingeniero el siguiente dilema: ¿cómo un error humano puede ser la causa de la destrucción de una aeronave soberbia, bien construida y perfectamente diseñada?

Y, pensando en una solución al factor humano inventó una aeronave distinta de cualquier otra que es imposible meter en pérdida: había nacido el autogiro.

Uno de los primeros autogiros construidos en serie, el Cierva C-30

El resto es historia, la de Juan de la Cierva, digna de ser llevada al cine si España fuera un país aeronáuticamente civilizado como otros que ponen en valor y llevan a la gran pantalla gestas como la de los Hermanos Wright, Lindbergh, Doolittle, Hughes, Hoover Yeager. No en vano "Juanito" tuvo que desarrollar y comercializar su máquina en Inglaterra donde había, y hay, mucha más cultura aeronáutica y visión del negocio y las sinergias que tener esa cultura representa que aquí.

Téngase en cuenta que, cuando se filmó este video (1938) aún no existía un helicóptero viable para estas tareas. De hecho, sin las patentes desarrolladas por Juan de la Cierva para el autogiro ningún helicóptero volaría hoy




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