lunes, 26 de junio de 2017

Reir para no llorar

Imaginamos que conoces aquel viejo chiste en que un hijo pregunta a su padre: Papá, ¿tu sabes la diferencia entre ignorancia e indiferencia? Y el padre le contesta: Nene, ni lo sé ni me importa.

Pues algo similar está pasando con la paternalista administración española y la "pequeña aviación".


Hace unas semanas la DGAC pedía a los participantes en un grupo de trabajo, con el que pretende arrancar la redacción de un Plan Estratégico para el sector de los drones, ayuda para recabar datos de un sector novedoso del que no tiene datos fiables: no sabe lo que factura, en concepto de qué ni a quién, ni el verdadero número de operadores (habilitados o no en la AESA), cuáles son sus preocupaciones y previsiones a corto o medio plazo... en definitiva, honra a la DGAC que reconozca su ignorancia sobre el tema y pida ayuda a los afectados demostrando que no le es indiferente el problema.

De hecho la ayuda que le ofrece en respuesta el sector, que reconoce igualmente no tener datos fiables de la actividad de los drones en España más allá de las ventas y previsiones de los fabricantes o lo poco que se pueda sacar del registro de operadores habilitados por la AESA, es colaborar en la máxima difusión de una gran encuesta sectorial que plantee la DGAC con los datos que más le urja recabar para afrontar ese plan estratégico que considera urgente desarrollar para, a ser posible y una vez cubierta dicha urgencia, plantear un estudio más serio y profundo desde el INE que para éso está.

Pero si bien el regulador intenta hacerlo todo lo bien que puede con los medios de los que dispone y de la mano del sector afectado, el ejecutivo (la AESA) no parece estar en sintonía; lo que resulta más que curioso ya que el DGAC es presidente del Consejo de Administración de la AESA.

DGAC y AESA son algo parecido al dios Jano en lo que a regulación se refiere,
ya que la DGAC tramita como norma lo que la AESA le prepara.

Verbigracia.

Hace unos días la AESA reconocía abiertamente en el Foro Nacional de Aviación y Fauna que, de todo el parque aeronáutico español de aeronaves ligeras (habrá que asumir que de aquellas que es obligatorio renovar el certificado de aeronavegabilidad que son la mayor parte), solo se encuentran aeronavegables menos de cuatrocientas, lo que supone un dato ya no preocupante sino lo siguiente.

Preocupante, y mucho, si se tratara solo de las "avionetas", pero como para activarse todas las alarmas si dicha cifra se refiere al total que suman las avionetas con certificado de tipo EASA, más las construcciones por aficionados y los ULMs no certificados de tipo, ya que todos esos casos no gozan del privilegio de tener un certificado de aeronavegabilidad que no caduca nunca como es el caso de los ULMs certificados de tipo.

Es equivalente a asumir que, literalmente, miles de aeronaves ligeras, que son las que forman el grueso del parque aeronáutico recreativo español, están achatarrándose en algún rincón. Es la certificación en cifras de que la aviación recreativa española está en coma profundo y puede que irreversible si no se adoptan medidas adecuadas desde la administración para reanimarla.

Pero la respuesta de la administración pública a esta evidencia, a este dato abrumador que ellos mismos facilitan, lamentablemente es como la del chiste: ni lo saben con certeza ni les interesa saberlo porque tienen otras prioridades.

Igualito que se hace en otros países civilizados donde se procuran un exquisito conocimiento del medio y, anualmente y desde hace 39 años, vienen promoviendo y publicando, para general conocimiento de la evolución del sector, encuestas sectoriales destinadas a prestar el mejor servicio posible a quienes deben atender.


Aquí, a lo más que se ha llegado en los casi 10 años de existencia de la AESA, ha sido a realizar una encuesta de "percepción de la calidad" del servicio que presta, allá por el año 2012, que dados los pésimos resultados obtenidos nunca llegó a ver la luz y quitó las ganas de volver a preguntar al administrado. Si, no se les ocurrió mejorar sus servicios y repetirla un par de años más tarde; simplemente no volvieron a preguntar y adoptaron aquella eficaz estrategia del "no te escucho, cara de cartucho".


Así nos va, sobre todo, en lo que se refiere a pequeña aviación (drones incluidos). De mal en peor y, encima, si les preguntas en la AESA sobre cómo creen que lo están haciendo, te dicen sin rubor que son estupendos y no saben de qué nos quejamos. Y es que tu opinión al respecto, como sufridor que eres de su pésimo servicio a la pequeña aviación, les importa tanto como al del chiste.



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