viernes, 28 de diciembre de 2018

Excesos normativos: ¿necesidad o estrategia?

Aunque no de la forma exponencial en que subía entre 2014 y 2017, el número de operadores de RPAS habilitados por la AESA no ha dejado de crecer en 2018, a pesar de la diarrea burocrática en que se ha convertido la sección de ayuda denominada "material guía" de la web del supervisor aeronáutico.


Y es que éso de la proporcionalidad es algo que se le ha escapado de las manos hace tiempo a nuestras autoridades y gestores de lo público. Porque se supone, y no se cansan de decirlo sin llegar a aplicárselo, que las normativas y la carga burocrática que se imponen a una actividad aérea debería ser proporcional al riesgo que representa, principalmente, para terceros en el caso de los drones ya que no llevan bicho a bordo.

Pero pese al escaso riesgo que supone realizar una operación profesional en régimen habilitado (fuera de espacio aéreo controlado, de día y fuera de zonas urbanas o aglomeraciones de personas), el material guía y las medidas aceptables de cumplimiento aplicables no dejan de crecer suponiendo, para muchos operadores poco profesionalizados aeronáuticamente hablando, una sobrecarga de papeleo difícil de justificar a poco que se aplique el sentido común a su limitado riesgo.


Se está regulando, y exigiendo que se documente todo, no tenemos muy claro si con ánimo de cogérsela con papel de fumar (por, si pasa algo, dejar patente que por falta de papeles no ha sido) o con ánimo de llevar el número de operadores habilitados a los parámetros que hace cuatro años barajaban los responsables de la AESA como un objetivo deseable: unas decenas de operadores y no varios miles.

Mira que si fuera por éso.

Porque, seamos claros, la AESA no dispone de medios para supervisar un sector conformado por miles de operadores y prefiere (otra cosa es que lo consiga) manejar un rebaño contenido de operadores que se correspondan con el perfil tradicional de operador aéreo: empresas o profesionales cualificados que hablen el idioma de la AESA... y acepten sin chistar su cultura de la seguridad entre lo patológico y lo burocrático.


Lo malo es que se encuentran, a día de hoy, con que la mayor parte de los operadores de RPAS habilitados no son profesionales aeronáuticos según la horma tradicional y se trata, en su mayor parte, de profesionales liberales o simples aficionados que usan los drones como una herramienta más para trabajar o divertirse, sin pretender ser operadores aéreos que presten servicios a nadie más que a si mismos.

La AESA aún no ha asimilado que ningún topógrafo va a profesionalizarse en el ámbito aeronáutico más allá de lo estrictamente necesario para hacer sus levantamientos con su RPAS, ni una empresa de pinturas más allá de documentar sus propios trabajos para una certificación de final de obra, ni una productora cinematográfica más allá de sus propias producciones, etc, etc, etc...

Pero la EASA sí lo ha hecho y viene con rebajas normativas a partir de 2019 para el ámbito de la categoría específica (drones con MTOM<25 kg en su mayoría) que van a imponer sentido común y poner en evidencia la pasada de frenada en que se ha convertido una diarrea normativa española que ya dura 5 años.

Vamos a ir acostumbrándonos a ver como un perfil de operador aeronáutico atípico satura nuestros cielos cumpliendo reglas sencillas porque, el futuro, va en esa línea por poco que le guste a nuestro supervisor aeronáutico y resto de gestores tradicionales de nuestro espacio aéreo.