jueves, 11 de julio de 2019

Chilling effect

No, no vamos a hablar de engelamiento ni de historias que tengan que ver con la humedad, las temperaturas y sus efectos sobe los empenajes o el carburador. Vamos a hablar de cómo la administración pública nos lleva al huerto que ella quiere, al ritmo que ella quiere y con perfecto cumplimiento de la Ley de Procedimiento Administrativo, aunque se suponga que está ahí para servirnos, protegernos y beneficiarnos.

Los angloparlantes tienen un palabro para ello: el chlling effect, aunque en español lo podríamos llamar de muchas maneras, algunas muy floridas si los funcionarios dijeran en voz alta lo que están pensando: vuelva usted mañana, pues ahora te vas a cagar, agárrate que vienen curvas, vas a pasar las de Caín...


Quien dice "alcalde" puede decir cualquier otra figura de la administración pública.

Traduciendo libremente, el chilling effect se podría decir que es una mala praxis de la administración pública consistente en reconocerte el derecho a hacer algo, pero generarte un procedimiento desproporcionado que no haya Dios (con perdón) que nadie, que no ponga todo su empeño, consiga culminar precisamente para que no consigas nunca hacer lo que pretendes y la ley te permite, todo ello aderezado con multas disuasorias por si se te ocurriera hacerlo sin permiso (como el mínimo de 4.500 € que te puede caer por hacer un trabajo aéreo sin autorización).

La rubita tuvo lo que había que tener para darse de alta, éso si, como autónomo.
Primer paso de "n" para un operador medio de RPAS que quiera volar en espacio aéreo controlado.
(https://youtu.be/XXWZ3uAEKsw)

Veamos ejemplos varios en nuestra administración aeronáutica.

La solicitud de zonas de vuelo para la práctica del vuelo libre en España, bloqueadas desde hace no menos de dos años por los plazos y requisitos burocráticamente imposibles que se imponen a la solicitud ya que, aunque el vuelo libre es un deporte que pueden practicar los españoles, su asimilación al vuelo en ultraligeros y la complicación que supone pedir excepciones a una norma cada vez que vas a volar hacen que, bien se te quiten las ganas de volar o bien vueles de estraperlo apechugando con las consecuencias si te pillan.

Todo pasaría por adecuar, si en la administración hubiera fair play y no chilling effect, una norma con 37 años a sus espaldas a las necesidades actuales del sector pero, como entra en conflicto con los intereses de "la gran aviación" que es la más tasas de navegación aérea paga (las aeronaves de MTOM inferior a las 2 Tm están exentas de la mayoría de ellas) pues te reconocen el derecho a practicar el vuelo libre pero te lo ponen tan difícil que ya veremos si consigues hacerlo algún día con todas las de la ley.

Que si no vuelas legalmente con tu parapente es porque no quieres, funcionario dixit.

Otro ejemplo muy actual es la obtención de autorizaciones para volar con RPAS en espacio aéreo controlado o zonas urbanas, algo que desde enero de 2018 es legalmente posible hacer pero que, con las toneladas (a tomar por el culo aquello de los requisitos proporcionales al riesgo) de documentación absurda que se está requiriendo a los operadores y con unos plazos de coordinaciones y tramitaciones que se miden en meses, están consiguiendo que muy pocos lleguen a obtener su autorización y una inmensa mayoría desista de intentarlo... lo que fomenta el pirateo y aumenta el riesgo, que es lo que teóricamente se trata de reducir.

Operador de RPAS tratando de entender por qué está en una plaza de toros con un capote en el brazo
y qué espera la administración que acredite allí para volar su DJI PHANTOM.

Todo pasaría por aplicar el sentido común y la proporcionalidad al proceso pero, como la administración pública tiene de escaso a nulo conocimiento de lo que es trabajar con RPAS, y sobreprotege sin pudor los usos de "la gran aviación", ha impuesto barreras de mitigación excesivas y adecuadas a las amenazas que suponen que tienen para las aerolíneas y hasta para reducir los usos delictivos, como si los delincuentes leyeran la norma de aplicación, que terminan sufriendo los que no son ni amenaza real ni delincuentes; además de cagarla musicalmente, y sin enmienda por el momento, con los cimientos que dan robustez a todo el sector aeronáutico: la formación de los pilotos de drones y la divulgación de cultura de la seguridad en el nuevo colectivo.

En definitiva, que quien hizo la ley hizo la trampa. Llámalo chilling effect, tomadura de pelo, choteo administrativo, marear la perdiz... llámalo como quieras y échale paciencia, como avanzaba Larra a aquel extranjero haciendo gestiones en una Madrid del siglo XIX que poco se diferencia de la de ahora, administrativamente hablando.