sábado, 3 de marzo de 2018

Ser visible es necesario para la supervivencia

En los últimos años se han multiplicado los intentos de suprimir zonas donde se vienen practicando de forma tradicional los deportes aéreos, sobre todo aquellas zonas que son utilizadas por las disciplinas no reguladas (o mal reguladas).

En muchos casos el origen de este problema es que, simplemente, no existen jurídicamente hablando, no contando en consecuencia con ellas la administración a la hora de innovar norma por lo que, cuando los reguladores se dan cuenta de que están ahí y que les genera un problema que no saben muy bien como abordar, su salida fácil es considerar que "esos cuatro locos que vuelan" no son más que un simple grano en el culo que hay que eliminar.

No seamos tan brutos.

La culpa, como siempre, no es de nadie en particular y lo es de todos en general.

Nadie tiene la culpa de que en nuestra administración se siga confundiendo paracaidismo con parapente (damos fe de ello mostrando el vídeo que les tuvimos que mandar para que entendieran que no servían las mismas soluciones para ambas disciplinas); o se piense que el aeromodelismo no existía hasta que en 2014 se regularon por primera vez los drones; o se desconozcan los principios básicos del vuelo a vela, que vienen a ser los mismos del vuelo libre.

Igual es culpa de todos haber permitido que, durante tantos años, nuestra sociedad haya evolucionado con absoluta incultura aeronáutica cuando su futuro próximo está en los cielos. Como rezaba el dicho, entre todos la mataron y ella sola se murió.


Una amenaza fruto del desconocimiento se cierne sobre disciplinas tan dispares como el aeromodelismo, víctima inocente como ya reconocen las autoridades europeas de la alerta mediática que se ha generado con los RPAS (drones comerciales); o el vuelo libre, también víctima del desconocimiento que el grueso de la sociedad tiene sobre el impacto que el parapente, el ala delta y los veleros tienen sobre la avifauna con la que comparten medio.

Por regla general y ante tanto desconocimiento, a menor visibilidad y regulación específica de la disciplina aeronáutica en cuestión, mayor incertidumbre habrá sobre su futuro.


¿Quién dice que la avifauna no entra en sinergia con los practicantes del vuelo libre?

Así, el vuelo a vela (en planeadores) se ve menos amenazado que los demás ya que no depende necesariamente de zonas de despegue concretas situadas en los lugares que se pretenden proteger (a veces sin saber muy bien cómo) y está perfectamente regulado a nivel europeo, donde el vuelo a vela es una actividad tradicional bien visible, comprendida, asimilada y hasta respetada por las autoridades como el bien cultural y vector de dinamización económico que es.

Pero las actividades que en España carecen de regulación específica, caso del vuelo libre (en parapente o ala delta) aunque lleven en nuestros cielos desde hace décadas operando desde las mismas zonas y afectándolas de forma nula e incluso sinérgica, resultan invisibles para las autoridades hasta que hay alguna incidencia o se trata de regular desde el desconocimiento más profundo de la actividad y tratándola como siempre como presunta amenaza.

Amenaza a los demás usuarios del espacio aéreo "porque pueden chocar con ellos", sin parar a pensar que si éso ocurre es porque la administración no ha puesto los medios disponibles para evitarlo: una regulación especifica para prevenir adecuadamente los riesgos de su actividad y una adecuada divulgación de las zonas donde hay actividad allá donde está previsto por la propia norma (la AIP y su ENR 5.5) coordinando con los gestores de espacio aéreo lo que fuera necesario, si es que lo es.

Amenaza a la avifauna principalmente, como si los practicantes del vuelo libre no fueran los seres humanos más respetuosos con las aves que, a fin de cuenta, son los colegas con los que comparten el cielo. Pero claro, el lobby ecologista, como siempre, suele pecar de exceso y tiene una potencia que los deportistas del aire no han sabido aún granjearse ante la administración pública en un país que tiene potencial para ser la Florida de Europa para los deportes aéreos.

Pesan más los gritos de los ecologistas exaltados (o éso parece) que cualquier argumentación técnica. Pero, ¿realmente existen esas amenazas o es que, cuando se toman decisiones sin fundamentación técnica se hace desde cierto tipo de servilismo (mejor llevarse bien con el lobby ecologista que vale su peso en votos) o desde un profundo desconocimiento de actividades que son poco visibles para el grueso de la sociedad?



En este tema tenemos, como asesores que somos de representantes del sector aeronáutico recreativo, un largo camino por andar aunque ya vayamos viendo algunos resultados prometedores que van visibilizando y estabilizando la supervivencia de actividades recreativas poco conocidas por nuestra sociedad y los que la administran.

Primer campo de aeromodelismo que, oficialmente, existe tras ser publicado en la España AIP el pasado mes de enero.
Oficialmente no hay ninguno más en España, como ocurre con las zonas donde se practica el vuelo libre...
que existir no existen, pero haberlas haylas.

Las batallas, en los distintos frentes del aeromodelismo, vuelo libre y demás disciplinas más o menos reguladas, no han hecho más que empezar y algunas serán muy duras dados los prejuicios que se tienen y que el camino fácil para nuestra administración ante sus dudas, y falta de intención de resolverlas y darles una solución proactiva que pueda restarle votos verdes, pasa simplemente por prohibir.


viernes, 16 de febrero de 2018

El timo del radiofonista

Es tanta la tabarra que nos están dando los operadores de RPAS a los que damos soporte, con la supuesta urgencia que los que venden formación les están metiendo para que sus pilotos obtengan "certificados de radiofonista", que vamos a tener que decir desde ya las cosas muy claras: se trata de un puñetero timo, no piquéis.



Lo dijimos por activa y por pasiva en nuestras últimas entradas en este blog; ni en la misma AESA se ha aclarado aún la forma de cumplir con el requisito que el nuevo Real decreto (RD) que regula los drones impone para acceder al espacio aéreo controlado ni, más allá de que es bueno recibir formación por el hecho de saber más sobre el medio en el que uno se mueve, ese certificado de radiofonista que están vendiendo como caramelos en algunas ATOs sirve para nada, por ahora.


Y lo repetimos porque, si no se va a recibir una formación especialmente esmerada seguida de una verificación de competencia por agente externo a la organización de formación que emite el certificado, que poco tiene que ver con los cursos que se están publicitando de una tarde o en el mejor de los casos de 10  horas, dicho "certificado de radiofonista" no aporta nada nuevo a lo que ya tiene cualquier piloto que posea uno de los denominados "certificados teóricos avanzados" o, mejor aún, una licencia de vuelo con la habilitación RT.


Vamos que, si la cosa va de justificar con un papel que el piloto dispone "de los conocimientos necesarios para obtener la calificación de radiofonista", como dice el RD y sin más verificación de que es así que la que te hace el mismo que te vende el curso, no deberías necesitar nada más porque ya cumples si piensas que la diferencia del silabus entre un curso teórico básico y uno avanzado es precisamente lo que dice el RD que se requiere (a efectos formativos) para entrar en espacio aéreo controlado.



Así que, si ya tenéis el certificado teórico avanzado y no os gusta especialmente gastar dinero en formación (cosa que no es para nada malo, sino más bien recomendable), no tenéis que hacer ningún curso de radiofonista, al menos, hasta que se aclare bien el tema en la AESA y se concrete dónde y cuándo será necesario contar con un "certificado de radiofonista" (y el equipo que se defina) que, tal como pintan las cosas y a baja cota, posiblemente solo será cuando tengas a la vista una torre de control durante la operación y poco más.